La felicidad… y otros trocitos

I

la felicidad? la felicidad es amar, sólo eso. pero sin esperar que salgan bien las cosas. amar como se espera que llueva, con las plantas mustias, y los brazos mustios y las horas mustias. amar como se abren las persianas y se cierran, solo y eternamente ebrio de soledad.

la felicidad es morir, sólo eso. pero sin esperar que salgan bien las cosas. morir como se espera que llueva, con las plantas mustias y los peces de colores, con las zapatillas frías y el vino derramado. morir como se cierran las persianas, vivo y eternamente ebrio de vida.

la felicidad es dormir, sólo eso. pero sin esperar que salgan bien las cosas. dormir como se llueve, sobre las plantas mustias y las jaulas de colores, con las ilusiones frías y el tiempo derramado. dormir como se cierran las persianas, nada y eternamente nada.

la felicidad es mirar, sólo eso. pero sin esperar que nada ocurra. mirar como se mira el sol, más allá de la esperanza. mirar como se está bajo los árboles, sin otra estancia que la vida. y creer que la mirada nos lleva a otro lugar, amable quizás, como una madre, o una infinita copa de alegría.

la felicidad es la felicidad, sólo eso. pero sin esperar que sea otra cosa. felicidad como se llora la vida en la muerte, más allá del dormir. felicidad como se está bajo la piel, sin otra esperanza que la vida. y creer que la muerte nos llevará a otro lugar, amable quizás, como un amor, o la pequeña alegría de beber.

la felicidad es aullar, como un lobo herido aullar, sólo eso. en silencio aullar, en las aceras aullar, y en los desayunos. y aullando follar, y leer, y dormir, y esperar, y juntar libros y macetas. la felicidad es pensar que se piensa, y leer sin leer, como se vive sin vivir, y dormir. la felicidad es aullar el sueño de morir en vida la mezquina bajada de persianas de sentir que se duerme y se bebe y se folla y se paga y se debe. la felicidad es una maravillosa mierda. la felicidad es la niña vistiendo su muñeca.

yo sé que estoy vivo porque amo y no amo. hay algo así como la vida en todos mis gestos. a veces, sólo a veces, se me aparece la vida, me encuentra, me mira los ojos de niño gordo, me lamenta con sus manos grandes. no es que haya en mí nada distinto. supongo que coinciden mis ojos con los suyos.

y el sol? el sol vomita sus llamaradas. no sabe inglés el sol. no sabe nada de nada el sol. solo sol, y solo él, como un vagabundo con planetas como piojos. pero piojos que bailan, grandes, danzantes piojos enormes, piojos selváticos, piojos como inmensas anémonas viejísimas.

tengo una silla para ti en mi oscuridad. quieres sentarte? siéntate! déjame encontrar un vaso para ti. oscurece conmigo! si me escuchas, duende en ti, sabrás tu nombre.

***

II

MÍRAME! florece el dolor en las esquinas… hay tantas vidas rotas! y tú? qué haces? dónde pones tus manos tibias? dónde se esconde tu piedad estéril? … de acuerdo. está bien. todo está bien. yo también tengo miedo. tampoco sé que hacer.
follemos, hasta que llegue el carnicero.

hay tanto que quiero decirte, hermana! veo la sangre invisible! mi cabeza está llena con gritos inaudibles, se hunde en esa nada oculta en el día. todas las veces que me lavo, lloro como un niño. no. lloro como un hombre que quiere ser un niño… mi vida es, una y otra vez, pegar los trozos rotos de la risa.

ya te he dicho que te amaré como aman los monstruos del desierto. da igual si te escondes en la furia de las cortinas y los muebles, en la soledad de las hijas olvidadas: te amaré hasta que no me ames. como un idiota te amaré las veces que haga falta. en tu oscuridad te amaré. y en mi oscuridad te amaré, hasta que ardan en amor todas tus lágrimas.

me deshago en palabras, hacia el sueño. no hay vino bastante para mi fuego. recuerdo tu piel rizada, y recuerdo tu pelo. soy sólo lo que queda cuando cierro los ojos.

te he dicho ya que amo tus muslos? adoro su forma sobre la taza del váter, la perfección inexplicable de tus piernas, atadas por tus bragas bajadas, el rumor de tu imagen, que rompe cualquier pretensión del tiempo y del espacio. cuando me muera, quiero hacerlo de la mano de esa imagen: tú meando, distraída, con el cigarrillo en la mano, avergonzada por mi presencia, reunida en la flor de tus muslos cerrados por la vergüenza, y la deliciosa presión de la gravedad que los adorna.

©Alfonso Lorenzo Iglesias